¿Por qué leer? y ¿Para qué leer? son cuestionamientos distintos, el “por” indica el motivo y el “para” se refiere a la finalidad. Siempre pensé que preguntarme el para qué, de las cosas que hago, me traería una mejor respuesta que el porqué de ello; sin embargo, en esta ocasión creo que ambas preguntas se responden de buena manera encaminándome a leer más.
Y…¿Por qué es importante leer?
Antes de enumerar los beneficios de la lectura (aquellos comprobados científicamente), me gustaría compartir mi historia como lector, porque ahí fue que encontré la mejor respuesta al ¿Por qué? y el ¿Para qué? y creo que, si tú haces lo mismo, la interrogante dará luz a tu mente y el resultado te sorprenderá.
No recuerdo del todo mi experiencia de primer lector, lo que me viene a la memoria es un par de cuentos cortos en formato cuadrado, de esos con grandes ilustraciones, títulos como: “El patito feo”, “Pedro y el lobo”, “Caperucita roja”, entre otros.
En mi cumpleaños número 7, mi madre me obsequió una colección de cuentos de Disney, contaba con aproximadamente 10 casetes acompañados de cuentos impresos con las ilustraciones de las películas, escuchaba los audios y a la par leía los textos con enormes letras.
Nunca es fácil decir adiós, no lo es cuando se trata de cosas o lugares, mucho menos si hablamos de personas, pero lo más complicado, es decirle adiós a las ilusiones.
Leonardo es un ser que recorre una amplia gama de colores, esto con sus pasiones, sus deseos y sus tristezas. Puede fundirse con la oscuridad de una noche fría, así como también brillar cual radiante sol. Él cree en el amor y no teme apostarlo todo, tiene la convicción de que llegará el día en el que saldrá victorioso.
Tras terminar una relación, decide acudir a una terapia poco convencional con el fin de hallar respuestas, espera escuchar allí, las palabras que le puedan ayudar a reencontrarse consigo mismo.
El primer libro que leí fue El principito; supongo que fue un reto mayor, por las pequeñas ilustraciones y la extensión del texto. Volví a encontrarme con él muchos años después, y frases como:
“Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”
“No se ve bien sino es con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”
“Si tú me domésticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…”
“Si vienes por ejemplo a las 4, comenzare a ser feliz desde las 3”
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Me hicieron reconocer el valor de ese libro cargado de amor y amistad. El principito fue un libro que me habló sobre lo que es realmente importante en la vida, me enseñó a apreciar y reconocer la esencia mágica que vive en mi relación con otros; no me refiero solo a las personas, sino a todo aquel ser vivo que me rodea.
No me consideré un buen lector mientras atravesaba la pubertad, mi repentino interés en la mitología griega mantuvo a flote mi hábito de la lectura; me interesaba por todo tipo de relatos sobre los dioses griegos, me emocionaba saber las historias de Ares, Poseidón, Zeus, Dionisio, Hades; los relatos acerca de semidioses y héroes, así como las anécdotas en las que monstruos y titanes creaban el caos sobre la tierra.
Ese tipo de lecturas me entusiasmaban; no lo suficiente las que mi maestra de español, en la secundaria, daba como obligadas. Definitivamente recitar poemas no era mi fuerte, no encontraba la gracia en memorizar textos y repetirlos frente a un auditorio de adolescentes precoces que sólo se mofaban de mis patéticas presentaciones. Y es que no daba el alma en ello; pero La Luna, el poema de Jaime Sabines le dio un giro a mi vergüenza y me despertó cierto interés; esto aunado a los cuestionamientos encaminados a estimular el pensamiento crítico, que la profesora lanzaba en clase, comenzaron a forjar en mí una mayor curiosidad.
Creo que el genio creador está dentro de nosotros. Hay ocasiones en las que un impulso externo aviva su presencia y lo cambia todo. Un buen ejemplo es el del dramaturgo, filósofo y novelista Albert Camus, quien narra en El primer hombre, la manera en la que su profesor lo alienta a no alejarse del aula, a pesar de la precaria vida en casa y de sus complicaciones en su pequeña existencia cotidiana; por otro lado, en territorio mexicano cabe recordar al escritor Carlos Montemayor, quien desde su propia voz expresó, en alguna entrevista, cómo su padre representó aquella figura imponente que lo obligaba a leer en voz alta, a cambio de otorgarle el derecho para salir a jugar.
Con el tiempo y con menos de apatía, me enfrenté a libros como: “El lobo estepario” (Hermann Hesse), “1984” (George Orwell), “El Retrato de Dorian Grey” (Oscar Wilde), “Cien años de soledad” (Gabriel García Márquez) y un par de títulos más que vagamente recuerdo. Algunos de estos se cruzaron de nuevo por mi vida y los leí nuevamente. Más que prestar mayor atención al leerlos y profundizar, creo que la experiencia se conjugó con el espacio-tiempo en el que me encontraba y como resultado aquellas lecturas fueron mucho más emotivas en mi vida.
De mi clase de Literatura en 4to de preparatoria, robó mi atención, “El Perfume” de Patrick Süskind”, y fue más que nada por su contenido sexual tan explícito; esa escena final en la que la gente lo ve pasar por la calle y comienza a masturbarse con un deseo tal que quisieran devorarlo, causo un escándalo en mi interior.
Aún en esta etapa, mi horario de clases me mantenía libre en intervalos de horas los días martes y jueves, me conducía a la biblioteca a razón de no tener amigos a esas horas, me pasaba el rato buscando poemas y novelas románticas; sin duda, eso se lo debía a mi profesora de español de la secundaria.
El pasar de los años y las diversas circunstancias de la vida, desgastaron mi ser, me encontré en una época oscura, de nostalgia y depresión, de excesos y vicios; simplemente no la estaba pasando bien. Encontré refugio en los libros, sólo que mis intereses ya eran muy diferentes a cualquier cosa que antes hubiera leído.
No se hicieron esperar las sugerencias de libros de autoayuda. Con cierto escepticismo, y creyendo que esas lecturas sólo hablan de aquello que quieres escuchar, como una especie de trampa, me aproximé a Wayne Dyer y leí “Tus zonas erróneas”, “El poder de la intención” y “Caminos de sabiduría». Deepak Chopra no quedó de lado con “De que se ríe Dios” y “El libro de los secretos”; “Tú puedes sanar tu vida” de Louise Hay; Eckhart Tolle con “El poder del ahora”, y Brian Weiss “Muchas vidas, muchos maestros”, entre otros gurús del tema motivacional.
Mi percepción sobre este tipo de libros cambió, desperté una conciencia diferente, logré conocerme un poco mejor y recordé ciertas cosas que ya sabía pero que efectivamente necesitaba que me fueran dichas de nuevo.
Durante este proceso también comencé a leer La Biblia, que antes ni por error había hojeado. Un día me escuché recitando versículos y exclamando “Si tu mano te hace pecar…córtatela”, me percaté de lo que la lectura había generado en mí. Adoptaba muy fácilmente las creencias plasmadas en hojas. Tiempo después pude encontrar un equilibrio, comencé a cuestionarme más y no creer en verdades absolutas.
Tuve un autor favorito por un periodo de tiempo, en el que también simplemente seguía una moda, y es que creo que los seres humanos buscamos el sentido de pertenencia de formas insospechadas. Ese escritor es Paulo Coelho, si, mis amigos literatos e intelectuales criticaban mi gusto, pero en verdad disfrutaba el leer sus libros, y ese impulso dejando atrás el de obligación, fue sumamente positivo. Comencé con “El Alquimista”, y aquella frase que dice:
“Cuando realmente deseas algo, todo el universo conspira a tu favor para que puedas lograrlo”
Continúe leyendo su obra, “Brida”, “Once minutos”, “Aleph”, “A orillas del río piedra me senté y lloré”, etc. y finalmente mi favorito: “Veronika decide morir”. Éste último fue el que me provocó mucho interés por historias de locura y manicomios, así encontré “Los renglones torcidos de Dios” de Torcuato Luca de Tena, un gran libro desde mi punto de vista, que abrió una nueva senda de búsqueda por los clásicos de la literatura universal.
Fui el pseudointelectual y me exigí leer a los grandes de la literatura, Hemingway, Shakespeare, Fitzgerald, Poe, Kafka, Bukowski, Capote, etc.; sin duda el motor de búsqueda de estos autores era la presunción y el “Yo he leído”. Sin embargo, me ayudo a hacer una costumbre el leer y ya entrado en mis veintes comencé a hacerlo un hábito.
Creo que aún no he encontrado el libro que me cambie la vida, pero sin duda tengo un par de libros favoritos que he revisado en varias ocasiones, uno de ellos es “Metamorfosis en el cielo” del escritor francés Mathias Malzieu, con este libro adquirí una nueva costumbre: hacer una ilustración al terminar de leer un libro.
La ilustración que hice para éste, describe la escena donde la mujer ave ayuda a Tom a emprender su primer vuelo, ellos se encuentran en la azotea del hospital, junto a una gran jaula dorada (hogar de ella); después de subirlo a un carrito de supermercado, comienza a empujarlo hacia el tope de la construcción y así los dos vuelan entre enredaderas y aún más alto entre nubes y estrellas.
Mathias Malzieu se convirtió en uno de mis autores favoritos. Sus escritos para mí son poesía pura, sus libros son cuentos para niños grandes, leerlo es una grata experiencia; me dejo ir entre sus palabras, recorro los espacios en los que sus personajes entrañables deambulan, mismos con los que creo gran empatía, me hacen reír, así como llorar, hacen que vea mi reflejo en sus quehaceres amorosos.
Hace un par de años encontré un texto suyo en la librería Strand de Nueva York, en la sección de títulos a un dólar, aquel día cogí cuántos libros pude y de nuevo hubo una nueva intención para leer, practicar y mejorar mi inglés, “The fault in our stars (John Green)”, “The Reader – (Bernhard Schlink)», “Evening – (Susan Minot)”, “Mis Match – (Lensey Namioka)”, “Finding Jack – (Gareth Crocker)” entre otros títulos, fueron mi gran inversión y valieron cada centavo.
Entre aquel bonche de libros, que eran muchos, pero no suficientes estaba “The house in mango street – (Sandra Cisneros)” que de hecho es una lectura obligada para los niños que cursan la primaria y su primer lenguaje no es el inglés; me pareció una lectura simple pero poética. Hay un capítulo en el que la protagonista habla sin usar la voz y cuestiona sin preguntar, el por qué hacer o no hacer de una mujer, es lo más majestuoso que he leído en mi vida.
Así que ¿Por qué es importante leer?
Además de prevenir la pérdida de memoria, de evitar el estrés, de estimular tu actividad cerebral y mejorar tu ortografía, leyendo te encontrarás contigo mismo. El poder del conocimiento es invaluable, ya sea que leas por obligación, por gusto, por cultura, para aprender un nuevo idioma, para ayudarte a resolver asuntos en tu vida, para pertenecer a un grupo, o para ser un esnobista intelectual…¡Leé!
Escrito por Carlos Franken
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